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Andrea Santolaya. Pico do Refúgio © Andrea Santolaya

#VolvemosConHofmann

Hofmann y PHotoESPAÑA han invitado a ocho fotógrafos a capturar la vuelta a la normalidad y los reencuentros con amigos y familiares. Esta exposición nace con la misión de generar un clima de
optimismo, ilusión y esperanza a través de la fotografía, y capturar aquellos momentos
que ilustren el poder y la belleza de las emociones que compartimos con nuestros seres queridos después de un largo tiempo separados.

Marta Soul, Rebecca Uliczka, Marius Scarlat, Víctor Puig Costa, Jonás Bel, Jorge Fuembuena, Irene Cruz  y Andrea Santolaya.

Con este lanzamiento, Hofmann se suma a PHotoESPAÑA 2021 en una exposición urbana que recorrerá Madrid, Barcelona, Valencia y Santander.

Madrid: C/Serrano (del nº 2 al 16), del 5 al 11 de julio (entre la Puerta de Alcalá y la calle Villanueva)
Barcelona: CC La Maquinista del 26 de julio al 1 de agosto
Valencia: Plaza del Ayuntamiento s/n del 16 al 22 de agosto
Santander: Plaza del Ayuntamiento del 1 al 7 de septiembre

Marta Soul

El abrazo un año después © Marta Soul

“Conocí a Elena hace 6 años cuando vine vivir a Inglaterra. Ambas íbamos a clases de inglés juntas. Llevábamos poco tiempo en Sheffield, yo venía de Madrid y ella de Siberia. Estaba recién casada con un chico inglés y en pocos años formaron una familia. A pesar de terminar nuestro curso de inglés seguíamos viéndonos asiduamente, tomábamos el té imitando costumbres británicas, o quedábamos a comer las familias juntas. En marzo de 2020 y con el primer estado de lockdown (confinamiento) anunciado en Reino Unido, tuvimos que anular nuestros encuentros. Volvimos a vernos en la primavera de 2021, poco más de un año después. Quedamos en su casa e hicimos una barbacoa en su jardín. Elena y mi hija Minerva se están abrazando en esta fotografía durante el reencuentro en ese día”.

“J.D. England y Duke Flude son músicos de la banda “Cooking Jack ‘fats’ and the chimney stacks” desde hace un lustro. Ambos se conocen desde hace 40 años. El confinamiento supuso para ellos la cancelación de más una veintena de conciertos, además de un año y medio sin socializar. Hoy en día no tienen programado tocar en festivales o clubs, sin embargo, continúan ensayando cada semana a la espera de que por fin surjan nuevas actuaciones.

La pandemia ha golpeado fuerte a todos los ámbitos artísticos, y todavía no hay una perspectiva clara de recuperación de este sector. Los profesionales como J.D. y Duke han tenido que sobrevivir este tiempo realizando diversos tipos de trabajos muy alejados de su profesión”.

La vuelta a la música © Marta Soul

Rebecca Uliczka

Departure © Rebecca Uliczka

“Una de mis principales actividades que se vieron afectadas de manera drástica por esta pandemia fue mi libertad de viajar. Desde que tengo un mes de edad he viajado, porque mis padres provienen de países diferentes y, a raíz de esta situación, mi vida se ha desarrollado en diversos mundos y culturas. El viaje y moverme entre ciudades y países es parte de quien soy, es parte de mi trabajo y es parte de una rutina que cuido mucho, al mismo tiempo que es prioritario para mí poder seguir haciéndolo. En el momento que nos restringen nuestra movilidad, debido al virus que nos acecha, este hábito del viaje, de subir y bajar de trenes y aviones, se queda en pausa. Pero es una de esas actividades primordiales que retomaré y retomarán muchos, deseosos de poder disfrutar de nuevo de la libertad de movimiento”.

“Cuento los minutos para poder salir, para poder volver a una normalidad conocida, pero lo cierto es que aún tardaremos en recuperar la normalidad cercana que tenemos en mente. Vuelvo con precaución y vigilando las medidas de prevención recomendadas por las autoridades sanitarias. Vuelvo a encontrarme con algunos amigos y familiares, socializando y acercándome poco a poco a una vida social que he echado de menos. Espero que el tiempo pase, para que dicho tiempo haga su función y nos dé la pauta para decidir cómo seguir y recuperar la nueva normalidad”.

Eternal State of Mind © Rebecca Uliczka

Mairus Scarlat

El aire entre nosotros © Marius Scarlat

“Con el fin del estado de alarma no podíamos hacer grandes reuniones en interiores y también era complicado juntarse en bares. Por eso, para celebrar el cumpleaños de un amigo de la familia, optamos por festejarlo al aire libre. Fue la excusa perfecta para un reencuentro familiar que necesitábamos”.

“Estuvimos encerrados durante casi tres meses, sin poder ver a familiares y amigos, y durante el confinamiento apenas realicé fotografías. Pero cuando recuperamos la movilidad, quise retratar la felicidad y la emoción de los reencuentros y empecé a fotografiar a mis grupos de amigos durante varias salidas a lugares cercanos, parques y espacios verdes. Esta imagen está tomada en Guadalajara pocas semanas después de finalizar el estado de alarma. Las chicas que aparecen en la foto son dos amigas de otro amigo común. Yo no las conocía anteriormente. Para estas excursiones nos juntamos personas de diferentes grupos y visitamos diferentes pueblos y zonas rurales. Son días de reencuentros, de volver a ver a los amigos y de hacer amigos nuevos. Un reencuentro con la naturaleza y con un nuevo verano que no conocíamos”.

Nuevo verano © Marius Scarlat

Víctor Puig Costa

El cumpleaños de Lili © Víctor Puig Costa

“Después de casi un año sin verla por culpa de la pandemia, aparecí por sorpresa en el 92 cumpleaños de mi abuela. La imagen refleja la cara que puso al verme. Mi tío, su hijo (y hermano de mi madre), que vive en Chile, organizó la fiesta. Fue el mejor motivo para reunirnos, incluidos los miembros de la familia que vivimos fuera de Barcelona. Siempre que vuelvo unos días a casa, intento encontrar estos momentos de reencuentro y calma, donde la conexión es única. Me encanta estar con ella, ponernos al día y también fotografiarla. En la estantería que se ve al fondo tiene toda su vida en imágenes. Siempre habla de ellas y le sirven para rememorar múltiples anécdotas. Me gusta hacerle fotos como medio para recordar su vida”.

“Esta foto la tomé mientras fotografiamos el cóctel de una boda en Segovia. En la imagen están mis compañeros Santi y Elena, que es mi pareja. Durante la pandemia estuvimos casi tres meses parados, se nos cerró el grifo, porque como tantas otras cosas las bodas también se cancelaron. Ahora poco a poco se están retomando con tranquilidad y se nota que hay muchas ganas de volver a la normalidad. La gente quiere disfrutar de nuevo y capturar esos momentos. Elena y yo realizamos juntos reportajes de fotografía social y, algunas veces, nos acompaña Santi. En esta ocasión, ellos dos subieron a un alto para hacer un plano general de la celebración, momento que aproveché yo para fotografiarles contemplando la escena, sin saber que ellos también eran observados”.

Volver a celebrar © Víctor Puig Costa

Jonás Bel

Playa de Coto, Lugo © Jonás Bel

 “Los lugares se adaptan a ese viejo dicho que afirma que las amistades las eliges, pero la familia es la que te toca. En ocasiones sucede que descubres un sitio en el que desearías haber nacido, en que querrías quedarte para no volver a donde vives, pero al final, por temor o incapacidad, no das el paso. Lugares como esta casa situada en la playa de Coto, en la Mariña Lucense, en donde existe esta ventana en la que me pasaría todas mis mañanas del mundo, en donde se encuentra este paisaje que he recordado durante todos los días de pandemia. Un horizonte, un mar que no puedo evitar pensar que se ha vuelto más hermoso que la última vez que lo dejé. Un lugar donde volver en sí y sobre sí para reconquistar el sentido, para recuperarse de las pérdidas, para recobrar la serenidad y el ánimo”.

“Al poco de conocerla comenzamos a viajar. El Cabo de Gata fue uno de los primeros lugares que visitamos, yo nunca había estado ahí. Dentro de esta zona, fue la Isleta del Moro el primer sitio en donde detuvimos el coche, ya que era lo primero que ella quería enseñarme. No había nadie, no coincidía con ningún festivo o puente por lo que parecía que el único bar que estaba abierto lo estuviera para nosotros. Pasamos varias horas ahí, hasta que anocheció. Ocho años después sería en una playa de la Isleta a la que llaman Benitré, la que cuando hay gente dicen que se llena como la de Benidó, donde Nicolás, nuestro hijo, nadaría solo por primera vez. Es raro el año que no volvemos a este lugar. En unas pocas semanas estaremos de nuevo allí. No tengo foto de ese baño de Nicolás pero sí que tengo un retrato que me gusta mucho, el de Sam, el hijo de unos amigos muy queridos. Ya sé que esta foto la hicieron antes y mejor Juan Manuel Díaz Burgos y Heikki Kaski pero tenía que intentarlo. Desde que comenzó la pandemia no hemos podido ver a nuestros amigos. Este verano volveremos por fin a rencontrarnos con ellos en la Isleta”.

Sam, Isleta del Moro © Jonás Bel

Jorge Fuembuena

Agata y Alina © Jorge Fuembuena

“Lo que siempre me atrae es la noción de paradoja. Pienso que la fotografía muestra la apariencia de las cosas pero no la traduce. Esta es la historia de un reencuentro, de correspondencias emocionales, de horizontalidad, de asimilación psíquica del mundo tras la pérdida de un ser querido. Las jóvenes sienten la pulsión inevitable de construir un espacio para que la imagen habite. La mirada no supone tan solo cómo vemos el mundo, sino cómo lo comprendemos. Hay pocas cosas tan elocuentes como el silencio de la fotografía. Si esta imagen fuese música, ¿qué tipo de música sería?”

“Una de las características de la fotografía como medio es, en ese acto de mirar, entrar en la vida de otros y recrear la propia. Significa romper el espacio que existe entre el mundo privado y público. Es como un juego de inversión de realidad. El proyecto Elba y Maya  presenta a través de una mirada íntima dos hermanas cuyo contexto de crecimiento es un pueblo del Pirineo aragonés. El relato nos presenta ese periodo de comprensión del mundo tras la muerte de un familiar, que sutilmente nos habla de la realidad, del tiempo y del tránsito en estos 8 años de seguimiento vital en este ensayo en curso. Estas imágenes representan nuestro reencuentro tras la pandemia”.

Elba y Maya © Jorge Fuembuena

Irene Cruz

After the Isolation © Irene Cruz

“Julia y Ulises se conocieron a través de amigos en común, durante una cena en febrero de 2020. Comenzaron a verse, a salir, a descubrirse en Berlín. Llegó la pandemia: viven en la otra punta de la ciudad uno del otro… Julia está en Neukölln, en el sur, y Ulises en Wedding, unos 12 kilómetros más arriba, en el norte de la ciudad.

Durante aquellos meses de 2020 mantuvieron el contacto gracias a las nuevas tecnologías, se apoyaron, se cuidaron y compartieron sus miedos e inquietudes. Tuvieron tiempo de contarse la vida. Pero echaban de menos ese abrazo.

A parir de junio, que fue cuando tomé esta fotografía, pudieron reencontrarse en casa de él. El amor emergente se mantuvo intacto entre ellos. Pudieron seguir conociéndose: “Parecía que fuera ayer”.

“Vivo en este edificio en el barrio de Kreuzberg desde 2017 y nunca jamás había hablado con ella en persona. Era la misteriosa chica del primero, puerta del medio.

Tras la primera fase de esta pandemia, en junio de 2020, mi adorable casera me preguntó si sabía algo de ella: Frau Finelli seguía pagando el alquiler automáticamente, pero no contestaba al teléfono, no sabían absolutamente nada de ella desde enero.

La encontré a través de internet y la escribí, comunicándole que en casa estábamos un poco preocupados por ella. Me dijo que andaba por Buenos Aires. Tras algunos chats, pocas semanas más tarde regresó a Berlín y me dijo que si podía hacerla unas fotografías “antes de que se la cayera el cabello”, que era importante para ella. Me quedé helada. Sólo tiene 34 años.

Atar cabos fue fácil… las hicimos. Pero tras un año de preciosa amistad, su pelo está volviendo a crecer, la vida está empezando a brotar en ella de nueva. El cáncer se ha disuelto tras esta larga lucha. Y me siento muy afortunada de tener a esta valiente que vuelve a la vida, en forma de una de mis mejores amigas. Una superheroína vive en el primero”.

Renascence © Irene Cruz

Andrea Santolaya

Os Irmãos do Rancho © Andrea Santolaya

“Las Romerías de Cuaresma canceladas en nombre de 
la salud pública” reza un titular del Açoriano Oriental, el periódico más antiguo de Portugal. La última vez que esto ocurrió fue en 1920 debido a otra pandemia, la Gripe Española. En esta ocasión
 ha sido la amenaza del COVID-19 que ha determinado la cancelación de las romerías. 

Durante las semanas previas a la Pascua, salen a la calle grupos de peregrinos, todos hombres, recorriendo la isla a pie. Los también conocidos como Rancho de Romeiros, conformados por grupos de peregrinos de diferentes condados, terminan su andadura en la iglesia de su parroquia. He seguido, caminado y acompañado a los feligreses de Rabo de Peixe durante los últimos años, incluida esta última. La última romería, en el año 2020, estuvo compuesta de 55 ranchos con cerca de 2500 romeiros en la carretera durante cinco semanas y media, siempre con el mar a la izquierda. Es muy emocionante formar parte de un culto donde absolutamente todo el pueblo se vuelca y ser testigo de tan esperada peregrinación pausada en el tiempo.

La paleta de colores gira en torno al negro, a excepción de los romeiros que visten con colores fuertes. Portan un chal y una pañoleta tradicionales y sostienen dos rosarios y el bordão, un bastón, sobre el que se apoyan durante el trayecto marcado por los cantos y oraciones. El rito y la usanza se entremezclan en un recorrido espiritual cuyo origen remonta al Terremoto de Vila Franca el 21 de octubre de 1522 que devastó la isla de San Miguel y dio forma a la fe de las primeras generaciones micaelenses. Parece salido de una escena de lo más recóndito de Buñuel.

Católicos de varios puntos, organizados en ranchos, caminan por la isla durante una semana, visitando las iglesias y capillas de la isla, en una ruta que sirve para cumplir promesas o como un viaje de meditación. Muchos pertenecen a la también conocida como Diáspora Açoriana y fundamentalmente vienen desde Toronto en Canadá y Nueva Inglaterra, en Estados Unidos.

Con la difusión de la cultura azoriana en todo el mundo a través de la emigración, los micaelenses han llevado, entre sus diversas costumbres y tradiciones, la peregrinación cuaresmal, hoy todavía un punto de referencia de su fe. El Gobierno regional de las Azores ha garantizado el apoyo al Movimento dos Romeiros de São Miguel, que pretende que la UNESCO reconozca las estas romerías como Patrimonio Cultural Inmaterial.

El 2022 estará marcado por la celebración de los 500 años de las Romarias Quaresmais. Un momento evocador y festivo dignificando la vuelta al ruedo de esta herencia de la isla de San Miguel. Y allí estaré, cámara en mano, decidida a capturar estas vigilias de la fe. Se trata de una peregrinación que al ser fotografiada se convierte en el testimonio de un fenómeno tan tangible como es la fé. Una fuerza espiritual les ha dirigido en un viaje a lo largo de cinco siglos para mantener sus creencias”.

“¿Qué significa tener el poder de la luz en el punto más occidental del continente europeo? ¿Qué acontece cuando el océano es el único elemento que rodea a una población? ¿Qué sucede cuando la tierra firme más cercana está a 1375 km de distancia? ¿Qué significa estar aislado si vives en una isla en mitad del Océano Atlántico? ¿Qué sobreviene cuando te casas en plena pandemia en esta isla? Familia, amigos, camaradas, artistas y creadores se unieron y sumaron fuerzas con la promesa de participar en esta íntima ceremonia en el espacio acotado de la isla de San Miguel en las Azores.

Nos casamos en nuestro hogar, un lugar lleno de historia. La construcción del Pico do Refúgio se inició entre los siglos XVI y XVII. Sin embargo, la autorización para la construcción de su capilla es el documento oficial más antiguo conocido, que data de 1754. Su ubicación y estructura fortificada jugaron un papel importante en el control de la costa contra los corsarios y más tarde, en las luchas liberales, como fuerte miliciano. Es a finales del siglo XVIII cuando se empieza a cultivar la naranja y más tarde el té, siendo la antigua sede de la fábrica Ataíde donde hoy en día se desarrollan la residencia de artistas durante la época invernal. Fue además la masía del pintor y escritor Luís Bernardo Ataíde y, más tarde, residencia y fuente de inspiración de la escultora Luísa Constantina. Un lugar donde la creación nace casi de manera espontánea. Pero en esta ocasión, este espacio se convertía en lo que su propia naturaleza describe, un refugio para nuestros seres queridos para contemplar un culto tan atemporal como es el del matrimonio.

Desde que comencé a fotografiar, he buscado retratar la vida de pequeñas comunidades en las que la atemporalidad es el lazo de unión más visible. Nunca pensé que me convertiría en uno más de mis personajes. Tuvimos que hacer eco de la creatividad para poner reunir los condimentos necesarios y unirnos en ese transcurso de vuelta a la normalidad. Y es este Refugio el que nos acogió para poder reunirnos en el rito, en la más estricta intimidad. De alguna manera, símbolo de mi especial proyecto de vida en una época adversa como la que nos ha tocado vivir. Los momentos previos a bajar a la capilla de Nossa Senhora do Refúgio fueron de una atmósfera especial y agitada, después de una preparación rodeada de los míos, con un vaivén donde entraban y salían, ajustando los últimos detalles de una ceremonia hecha a medida. Una llamada de última hora a mi padre, que tristemente no nos pudo acompañar con tan compleja situación, anunció el descenso a la traca final. Cuando ya estaba todo listo, reparé en el reflejo del vidrio, vestida de novia y acompañada de mi amiga de la infancia que hacia los votos de madrina. Llegué atrasada, sí. Pero por motivos dispares a los nervios comunes del altar. El click y el clack ligados a ese misterio de la creación artística, que pronunció Stefan Zweig en Buenos Aires en el año 1936, harían que todo en mi cabeza se ordenara como por arte de magia.  Nadie iba a decir que estos minutos previos moviéndome en el ambiente que más conozco, que es a través de una lente, irían a darme la bocanada de aire necesaria para entrar en capilla”.

Pico do Refúgio © Andrea Santolaya

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